Por Leticia Robles de la Rosa*
Sólo restan 107 días para que concluya el cuarto año de gobierno de Enrique Peña Nieto y, desafortunadamente para todos los habitantes del país, la realidad le volvió a dar en la cara de manera contundente. La inseguridad está aquí de nuevo, con muertos, desaparecidos, desplazados, carreteras intransitables y politización eterna de acontecimientos lamentables.
¿Qué ocurrió? Se supone que el PRI que dejó Los Pinos en el año 2000 encabezaba gobiernos más eficaces en el combate a la inseguridad; hasta ese momento sólo el secuestro era un delito que conmocionaba a la nación.
Luego, con los gobiernos de Vicente Fox y de Felipe Calderón, México se convirtió en un cementerio, con fosas clandestinas en todos lados; se convirtió en un país altamente inseguro, con territorios dominados por los narcotraficantes. Un país en el que los delincuentes asumieron el poder civil en muchos lugares. Un país con centenares de militares en las calles y cada vez más menores de edad al servicio del crimen. Un país donde las carreteras se volvieron caminos de sangre y de terror.
La evidente ineficacia del gobierno de Felipe Calderón y el recuerdo de una sociedad que se sentía mucho más segura con los gobiernos priistas, fueron dos factores fundamentales para que el PRI regresara a Los Pinos, con Enrique Peña Nieto a la cabeza, y estoy segura de que si su gobierno hubiera dado resultados reales, palpables, innegables en este rubro, ninguna estrategia mediática de desprestigio funcionaria. La cotidianidad es mil veces más contundente que las fábulas.
Sin embargo, Enrique Peña Nieto, Miguel Ángel Osorio Chong, Renato Sales Heredia y Enrique Galindo no pudieron cumplir con las expectativas de una población invadida de terror por el ambiente de inseguridad que se desató en el gobierno de Felipe Calderón.
Los estrategas de Enrique Peña Nieto trazaron una ruta para marcar la diferencia. Primero, ya no hacer publicidad a los hechos delictivos. Segundo, apostar por la prevención de delito. Tercero, atacar la inseguridad en las regiones que estaban en manos de la delincuencia. Cuarto, reintegrar las labores de seguridad a la Secretaría de Gobernación y Quinto, no echarle la culpa a los estados y apostar por la coordinación.
Estas cinco líneas mostraban una diferencia franca con la estrategia de Felipe Calderón y hoy me detengo en dos de ellas. La primera, referente al uso mediático de la inseguridad y la quinta, que evita echarle la culpa a los gobiernos de los estados.
¿Por qué?, porque este mes hemos visto que el gobierno federal ha debido dar pasos atrás en estas dos líneas, ya sea porque la realidad es necia o porque hasta ahora se dan cuenta que Calderón decía la verdad al recriminar a los gobernadores y a los alcaldes la falta de compromiso con el tema de la inseguridad.
Desde mediados de abril de este año, luego de que Miguel Ángel Osorio Chong anunciara que los índices de delincuencia bajaron en zonas que estaban azotadas por él, como la Laguna, en Durango; Michoacán, Morelos y Sinaloa, y de que se comprobara la disminución en los niveles de secuestro, pues nada, que la realidad se impuso y comenzaron a aparecer muertos en diferentes partes del país y en este mes se han registrado decenas, centenares de ellas.
Guerrero y Tamaulipas jamás han podido recuperarse del acoso de la delincuencia. Veracruz creció en inseguridad. Morelos volvió a ser noticia. Nuevamente, aunque ya no en las primeras planas, pero los fines de semana de muertes volvieron a las páginas de los periódicos. Fines de semana sangrientos, dicen en las páginas policiacas. Y nuevamente, los alcaldes aparecen muertos por las mafias del crimen organizado.
Así, la realidad le dio en la cara a la estrategia de Enrique Peña Nieto. Mal está quien piensa que no referir públicamente una tragedia de inseguridad la desaparece en automático. No, señores, no. Las muertes, los desaparecidos, los secuestros, tienen detrás de sí a familias, a comunidades y a ellas no se les puede negar el derecho de exigir justicia, sólo para aparentar que aquí no pasa nada.
Y el pasado 1 de agosto, desde el Estado de México, Miguel Ángel Osorio Chong dejó asomar la contradicción del discurso de este gobierno.
“Sí hay una responsabilidad del gobierno federal en materia de seguridad y estamos haciendo todo lo que nos toca. Pero si los estados y los municipios no hacen lo que les corresponde, entonces no hay posibilidad de lograr tener buenos resultados en la materia”, expresó.
Y no, aunque lo parezca, no es un discurso de Felipe Calderón. Es un discurso del gobierno que dijo que no iba a echarle la culpa a los estados y municipios de la imposibilidad de contener la inseguridad.
En fin, que en 107 días, Enrique Peña Nieto entrará a su quinto año de gobierno envuelto en un primer fracaso real: la eterna estrategia fallida de seguridad.
*Leticia Robles de la Rosa: Es periodista y experta en los temas de Educación, Política , Elecciones y Congreso de la Unión. Actualmente cubre la información en el Senado de la República y es una reportera de Primera Plana.