La muerte por contaminación es democrática.
Por Lorena Rivera*
No lo vamos a negar, es tortuoso moverse en la Ciudad de México y su zona conurbada, porque el transporte público es insuficiente, ineficiente, lento e inseguro (tanto por los accidentes viales como por el robo a mano armada, además del riesgo al acoso o violación), sin contar que nos lleva media vida el llegar a un destino por el caos vehicular.
Por ello, es hasta cierto punto entendible el enfado de muchos por el endurecimiento del programa Hoy No Circula, porque uno o dos días a la semana, dependiendo el nivel de contingencia, obligará a decirle adiós a la comodidad que nos brinda el automóvil –aunque también está por verse por los congestionamientos viales, cierres de carriles, obras, marchas y bloqueos, entre otros–.
Y una cosa es cierta. Estamos acostumbrados a la ley del menor esfuerzo y aquello que altera nuestro confort: enfurece. Por supuesto, le vamos a echar la culpa a todo mundo, con o sin razón.
No vamos a negar que nuestros gobernantes por décadas y décadas han sido completamente omisios y corruptos –y lo que guste o mande– respecto del problema de la contaminación y el caos vial que colapsa día a día a la Zona Metropolitana del Valle de México.
Pero la salud, sí la de usted y la de sus hijos, es un asunto individual. Las cifras son más que alarmantes y están avaladas por estudios serios.
Recientemente la Organización Mundial de la Salud informó que en el mundo mueren 12.6 millones de personas al año por enfermedades relacionadas con la contaminación.
En 2012 la OMS nos alertó de que el humo del diesel causa cáncer de pulmón.
Un estudio del Instituto Mexicano para la Competitividad arrojó que: gastamos en salud 728 millones de pesos; hay 14 mil 002 hospitalizaciones y 818 mil 679 consultas al año, todo esto causado por la contaminación.
Aunado a que perdemos en productividad tres mil millones 396 mil pesos al año por la misma causa.
Son muchas raíces del problema y muchos culpables (presidentes, gobernadores, legisladores y toda tipo de fauna nociva política).
Pero, por un momento, centrémonos en un solo punto que atañe a los ciudadanos comunes y corrientes: El uso indiscriminado del automóvil.
Sí, éste es el causante de un gran porcentaje de partículas contaminantes, sobre todo los que tienen más de 15 años de antigüedad –de acuerdo con el Centro Mario Molina–, pues ensucian el aire que respiramos el doble o hasta el triple de lo que lo hace uno con tecnología nueva y de bajas emisiones.
En el caso de México, de acuerdo con la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios y la Corte Interamericana de Arbitraje Ambiental, mueren 22 mil personas al año, por enfermedades no transmisibles a causa del envenenamiento del aire.
Y vamos caminando lentamente en el uso de energías limpias.
Las cifras son aterradoras.
Así que, su bienestar y el de los suyos depende únicamente de usted.
Puede seguir quejándose, puede circular a su antojo y esconderse para que no lo detengan, también puede dejar de afinar su auto y no verificar, pero sabe qué, el costo será mayúsculo para su bolsillo y para su tranquilidad.
Usted elije.
La muerte por contaminación es democrática.