La paridad de género sigue siendo una asignatura pendiente en la agenda pública de nuestro país, un tema que lacera profundamente nuestro tejido social. Como mexicanos no podemos aspirar a ser una sociedad plenamente democrática hasta erradicar la violencia, la desigualdad y la discriminación en contra de las mujeres.
Según revela el Informe “El progreso de las mujeres en el mundo 2019-2020” de ONU Mujeres, la mayoría de los países siguen manteniendo la desigualdad de género, tanto jurídica como económicamente, así como en términos de salud y educación. La igualdad de género, además de ser un derecho humano fundamental, es imprescindible para lograr sociedades más justas, pacíficas y capaces de desarrollarse de forma sostenible. La autonomía y el empoderamiento de las mujeres en el ámbito social, económico y político tiene importantes consecuencias, y constituyen un requisito indispensable para el logro de la paridad de género.
Si bien es cierto que en las últimas décadas se han alcanzado importantes logros en este ámbito, las mujeres siguen siendo discriminadas y las políticas públicas no han sido efectivas, debido a que muchas de estas transformaciones han sido en realidad solo cambios concentrados, analizados y decididos en su mayoría por hombres, bajo una falsa “neutralidad”. Han pasado tan solo 27 años desde que la Organización de las Naciones Unidas en la Convención de Beijing reconoció los derechos de las mujeres.
Las brechas y desigualdades a las que se enfrentan las niñas y mujeres en México en su día a día, se manifiestan en ámbitos como la educación, el trabajo, la salud y la violencia en todas sus formas, de acuerdo a un informe de la Comisión Nacional para Prevenir y Erradicar la Violencia Contra las Mujeres.
La paridad de género no es solo un asunto de Igualdad, también de justicia
Cuando hablamos de las mujeres en México estamos hablamos de más de la mitad de la población total, representando el 51.2%, de acuerdo a los resultados definitivos del Censo 2020, del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI). Las mujeres son mayoría en un país de arraigadas tradiciones machistas.
De acuerdo a datos del Censo de Población y Vivienda 2020, la tasa de participación económica de las mujeres creció 15.7 puntos porcentuales en los últimos 10 años (de 33.3 en 2010 a 49.0 en el año 2020). Pese a este incremento en materia salarial, la inequidad entre hombres y mujeres es del 34.3% de acuerdo a un informe de ONU Mujeres México, en el marco del “Día Internacional de la Igualdad Salarial”.
La inequidad laboral también es un tipo de violencia contra las mujeres que debe ser visibilizado no solo dentro de las organizaciones, sino también desde el núcleo principal que es la familia, y así evitar conductas machistas.
Por otro lado, que exista una perspectiva de género en la agenda política es un gran pendiente no solo en México, sino también en gran parte del mundo, ya que las políticas públicas son una herramienta importante y pieza fundamental para impulsar acciones hacia mayores niveles de justicia para las mujeres.
Para aspirar a una democracia plena y madura resulta necesaria una participación igualitaria en los procesos de toma de decisiones de las políticas públicas, ya que estos espacios aún siguen siendo ocupados mayoritariamente por hombres y respaldados por el Estado.
Han pasado 68 años desde que el 17 de octubre de 1953, el presidente Adolfo Ruiz Cortines promulgó el voto a la Mujer en México, y aún permanece una gran cantidad de pendientes por resolver, ya que no basta con que las mujeres tengan derecho al voto, también es necesario que las mujeres sean votadas para cargos de mayor jerarquía.
También es cierto que el cambio real requiere de esfuerzos coordinados y de una implementación eficaz de políticas incluyentes, de una reforma fundamental de los estereotipos de género y de acciones desde el hogar, la escuela, el trabajo y también los espacios públicos.
La cotidianidad de las mujeres confirma que las estructuras de discriminación, violencia y exclusión que históricamente las han acompañado a lo largo de su vida, no han sido fáciles de erradicar. Estas prácticas obstaculizan el reconocimiento y ejercicio pleno de sus derechos y libertades, impidiéndoles alcanzar un desarrollo óptimo social e individualmente.Erradicar o al menos lograr reducir la brecha existente entre hombres y mujeres en nuestra sociedad, es un reto no solo jurídico sino también individual, familiar, social y cultural. Comenzar a visibilizar y tomar acciones garantizando la igualdad de remuneración para los mismos cargos en el sector público y privado, así como dividir las tareas domésticas dentro del hogar puede ser un buen comienzo para ayudar a combatir la inequidad.