Visiones partidistas bloquean la sucesión
Por primera vez desde que el Senado tiene la facultad de nombrar al presidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) la carencia de consensos nos coloca ante el escenario real de que no haya sucesor de Luis Raúl González Pérez, porque ni José de Jesús Orozco, ni Arturo Peimbert ni Rosario Piedra tienen los votos de la mayoría calificada.
Oficialmente existen objeciones para cada uno de los candidatos.
A pesar de tratarse del perfil más experimentado, el que técnicamente conoce mejor la materia de derechos humanos, incluso el único que ha presidido la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, José de Jesús Orozco no cuenta con el voto de una parte importante de Morena, porque le cobra la firma que plasmó en la declaratoria de presidente electo a Felipe Calderón en 2006, en su papel de magistrado del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF); un episodio que Morena no puede superar.
Aunque Arturo Peimbert contó con el impulso decidido desde instancias de la Consejería Jurídica de la Presidencia de la República, el gobierno de Oaxaca e incluso desde personajes en las dirigencias partidistas del PRI y el Partido Verde, la insistencia de voces de Morena de que se trata de un misógino y que tienen antecedentes de violencia familiar, como lo muestra la existencia de una vieja demanda civil en Oaxaca, con el número 335/2002, se convirtió en un obstáculo difícil de superar.
Las objeciones para ambos candidatos vienen de Morena. Senadores del PAN, PRI, Movimiento Ciudadano y PRD, sin embargo, los observan como candidatos viables de lograr las dos terceras partes, si Morena tuviera la voluntad de observar su trabajo en materia de derechos humanos, que es el factor que debe importar para la decisión sobre quién debe presidir la CNDH.
Morena tiene su voto unificado por Rosario Piedra Ibarra, hija de doña Rosario Ibarra de Piedra. La señal que mandó la Presidencia de la República desde el miércoles por la mañana fue que se trata de la candidata idónea para el gobierno de la Cuarta Transformación, incluso Ricardo Monreal, coordinador de Morena en el Senado fue muy claro.
“En este caso, lo que el grupo parlamentario está buscando es un perfil que represente a las víctimas. Es un perfil que hable como víctima, es un perfil que busca el grupo que haya sufrido como víctima, para poder desempeñar con toda amplitud, libertad y autonomía, este tan importante puesto de presidente o presidenta nacional de los Derechos Humanos”, explicó Monreal.
Pero ¿por qué la oposición no quiere darle el voto a Rosario Piedra? Públicamente, porque es militante de Morena y consideran que su militancia no garantiza la autonomía de la CNDH, amén de que viola los requisitos para presidir la Comisión.
Tras bambalinas, sin embargo, el argumento es más de fondo. Panistas, priistas y emecistas hablan de un factor que es fundamental tomar en cuenta: el Ejército Mexicano.
Resulta que en un contexto social en que será cada vez más generalizado el uso de las Fuerzas Armadas para garantizar la seguridad en el país, ya sea de manara directa, como pasó en Culiacán, Sinaloa, o como Guardia Nacional, que es militarizada, se necesita a un presidente de la CNDH que entienda el papel del Ejército, no lo ubique como enemigo y, mucho menos, aplique criterios dogmáticos, ideológicos y hasta personales en contra de los militares.
Es evidente que la historia de vida de Rosario Piedra habla de mucha crítica hacia las Fuerzas Armadas; hay una estigmatización histórica del colectivo Eureka, fundado por doña Rosario Ibarra de Piedra, en contra de los militares y desde la perspectiva de la oposición, dejar a Rosario Piedra en la CNDH implicará un golpe certero a los militares.
En esa lógica, los senadores de oposición consideran que si bien la CNDH tiene como fundamento señalar la violación de los derechos humanos, venga de donde venga, no puede abrirse la puerta a una visión personal en contra de las Fuerzas Armadas, por la historia de vida que tiene Rosario Piedra y su familia.
Sin duda alguna que los acontecimientos de los últimos días, después de lo ocurrido en Culiacán, Sinaloa, pesan en el ánimo de los militares mexicanos, siempre disciplinados y leales al pueblo de México y sus decisiones democráticas, pero también en el ánimo de la oposición en el Senado.