Si bien la riqueza económica no es el elemento primordial que determina nuestra felicidad, tampoco se puede desestimar su influencia en cuán feliz es la gente.
El dinero no compra la felicidad, todos hemos escuchado alguna vez esta frase. Existe una creencia popular ampliamente arraigada en la sociedad que establece que el dinero no es el único factor que interviene en lo feliz que somos. La excesiva acumulación de riqueza suele tener implicaciones morales y connotaciones negativas, por lo que la idea de que el dinero no compra la felicidad suele ser muy bien aceptada.
Sin embargo, lo cierto es que esta creencia ha sido puesta en duda y hoy no se puede desestimar la influencia del dinero en la felicidad. En 2015, la Oficina Nacional de Estadística británica (ONS) realizó un estudio que determinó que los niveles de bienestar, satisfacción, autoestima y felicidad son mayores a medida que se incrementa la riqueza en el hogar.
No obstante la relación entre dinero y ser felices no camina en línea recta, pues la acumulación de riqueza tiene un tope en su relación con el bienestar. Conforme aumentan nuestros ingresos se llega a un punto en el que el impacto en la felicidad tiende a estancarse o reducirse.
¿Pero entonces, tener más dinero sí nos hace más felices o no? La respuesta es sólo si lo ocupas de forma inteligente. Usar nuestro dinero para “comprarnos tiempo” de modo que podamos dedicarlo a lo que verdaderamente importa (como pasar tiempo con la familia, viajar o distraernos), es sin duda una gran forma de invertir nuestro dinero en felicidad.
Gastar en experiencias en lugar de objetos ayuda a ser más felices, ya que perduran en nuestra memoria; pueden ser fugaces, pero la alegría que producen durará más tiempo. Ir a un concierto, aventarte de un paracaídas o jugar en diferentes plataformas de entretenimiento como Strendus, que cuenta con más de cuatro mil juegos de casino, virtuals, slots, videobingo, fantasy y sportsbook; son algunas de las opciones que pueden llegar a generar mayor felicidad.