Por Francisca Saavedra
El desarrollo y la evolución de una nación la determina el grado de preparación que tiene toda su sociedad. Es innegable que, a mayor preparación y academia certificada, mejores son los empleos y mejor remunerados. Sin embargo, no todos tienen el acceso garantizado.
La mayoría de los países y sus centros educativos están rebasados debido a la explosión demográfica descontrolada y al poco interés que algunas autoridades tienen por sus gobernados.
Y como en otros ámbitos de la vida, casi todos, las PcD estamos supeditados a gustos y actos de caridad de autoridades educativas.
Muy a pesar de la promoción en 2004 y entrada en vigor en 2008 de la Convención sobre los derechos de las PcD, poco y casi nada hemos logrado por dos poderosas razones. La propia ignorancia de nuestros derechos y la indolencia, casi criminal, de nuestras autoridades académicas.
No es lo mismo que alguien que no tiene estudios, sobe todo superiores, termine en un mercado cargando canastas o en un almacén apilando cajas, ya que su cuerpo y fortaleza se lo permiten, a que un cuerpo maltrecho y poco eficiente haga algo SIN ESTUDIOS.
Si de 47 universidades públicas, bajo supervisión del Ministerio de Educación, que debieran incluir EcD, solo 6 cumplieron, resulta imperioso hacer respetar el porcentaje de EcD, el 5 por ciento para cada grado y a todos los niveles ya sea máster y doctorados. Ha habido quejas por la negativa de ciertos centros a proporcionar copias de los exámenes realizados por EcD.
Pero no brinque usted de gusto no estamos hablando del sistema educativo mexicano, por supuesto que no, ya sabemos que aquí es más importante manejar los caprichos de las fuerzas sindicales y de las pandillas mafiosas que pugnan por echar abajo las más imperiosas necesidades educativas de una sociedad mejor preparada.
En México desde la educación preescolar se descalifica a los niños de acuerdo a su discapacidad o al estado emocional de las autoridades de cada plantel. No hay quien dicte una norma y se cerciore de que se cumpla o aplique las sanciones respectivas.
Se envía a la criatura a la educación especial, prácticamente inexistente, o se le envía al negocio particular del director y los maestros del plantel con “especialistas” particulares que les cobran una millonada inalcanzable para la cabeza de cualquier familia trabajadora.
Una de las más valiosas aportaciones que hizo la Convención sobre los derechos de las PcD fue, precisamente, al sistema educativo y se trata de la inclusión académica para todas las PcD a TODOS los niveles escolares.
Tome nuevamente como referencia a España y la ONCE (organización nacional de ciegos de España) que es una fuerza social muy real y que empuja los proyectos más ambiciosos de inclusión de las PCD.
En México no es posible crear algo parecido a la ONCE por nuestra misma idiosincrasia muy mexicana que permea hasta a las más dulces y sublimes conciencias de las PcD, que resultamos igual de grillos que las peores conciencias de nuestros políticos.