Cuando se olvida lo que hemos sido, sólo queda reinvertarse. Ante el olvido de lo andado, ante la incertidumbre de lo venidero, andar es lo único que alivia el alma.
México: mi País, México: mi Patria. Sólo te queda hacerte a cada paso y recitar con Machado Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Nuevos males nos aquejan, algunos agudizados de otros que los precedieron y otros tan nuevos que nos tomaron desprevenidos y en este vértigo nos movemos y somos.. casi como estatuas, casi como alebrijes… y el tiempo se ríe de nosotros porque pasó y no se advirtió, tuvo ojos para descifrar y boca para cantar y no nos dimos cuenta de su presencia.
Añejos… empolvados, lo sueños que nos reclaman vida surgen de entre las entrañas de quienes soñaron una tierra mejor. Las voces siguen vivas, a la espera de un cuerno que toque su victoria, sólo es cuestión de echar la mirada atrás y, como diría Walter Benjamín, cepillar la historia a contrapelo.
Combatir el olvido y despertar la memoria es ver que, antes que nosotros, hubo quienes lucharon y creyeron y su esperanza incendió los corazones de muchos y en su paso, constante y a ritmo veloz, consumaron un futuro del que nos hemos olvidado nosotros pero ese futuro clama por ser: ¡despierta!, nos grita… ¡levántate! nos ordena y nosotros seguimos dormidos… confirmando, una y otra vez, que el brillo ya pasó y otras épocas nos toca vivir ahora, como si todo estuviera dicho, como si todo estuviera escrito. Resignándonos con el anonimato de quienes siempre creen que cualquier tiempo pasado fue mejor.
El pasado, cual ráfaga de luz para el filósofo alemán, es capaz de hacerse ver en el presente tan cargado de desilusión y desesperanza, y ahí, en ese instante, seremos el México que suena al son de un jarocho veracruzano o con el sabor de unas chalupas poblanas o al brillo de la plata de Taxco o al ritmo de las olas de Acapulco o de Puerto Vallarta o bien al sonido estruendoso de las cascadas de Chiflón en Chiapas o del silencio ensordecedor del Cañón del Sumidero o simplemente formando el arcoiris de colores de los huipiles de los tzeltales, de los mazahuas y de los nahuas. Que puede despertar con los versos de Paz y con los retratos de Kahlo o fijar la inconmensurabilidad con los murales de Siqueiros o de Rivera. Hacer llorar el alma con los poemas de Sabines o reír a carcajadas con Cantinflas. Todo esto y mucho más, será México cuando ese instante, cargado de colores y de emoción, deje penetrar en nuestra tierra la melancolía por lo que tenemos y no hemos sabido apreciar.
Cuando el pasado aparezca y cuando la memoria nos alcance, México va a brillar pero, cual ave fénix, nos alejaremos en el horizontes y desapareceremos con él, quedando sólo las voces escondidas que hagan despertar las conciencias en quien tenga aún esperanza. El instante habrá sido redimido, y con él, la última gota de aliento.