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ANTE EL ASEDIO

SALA DE ESPERA

Sólo desde el fanatismo político se puede negar que hoy en México la libertad de expresión está bajo asedio.

         A ningún gobierno, del signo que sea, la libertad de expresión le resulta agradable, mucho menos conveniente y casi necesariamente la combatirá, aunque sea de manera disfrazada.

         Los que saben, los filósofos, los pensadores, los estudiosos, los creyentes en ella sostienen que la libertad de expresión es la madre de todos los derechos humanos. Sin ella, no es posible la existencia de las libertades de pensamiento, creencias, manifestación, agrupación, profesión u oficio, empleo, empresa, elección ideológica, voto por partidos o candidatos, y todo lo que implique decisión de un ser humano o una sociedad.

         La de expresión es la libertad de decidir; es la libertad que sostiene a la democracia. Sin libertad de expresión no hay democracia.

Y la libertad de expresión es para todos los ciudadanos cualquiera sea su, valga la redundancia, expresión.

En el México del 2020 se sigue luchando por ella, aunque la Constitución y sus leyes la amparen. Los gobiernos mexicanos todos, incluyendo al actual, han tratado de impedir el ejercicio de la libertad de expresión, principalmente la destinada a la sociedad, la que llega a ciudadanos. No les conviene que se conozcan sus ineficiencias e ineficacias, sus fraudes, sus corrupciones, sus atropellos, sus robos, sus mentiras, sus traiciones.

Entonces, los gobernantes satanizan a los medios de información que descubren sus tropelías y delitos. “Enanos del tapanco” y “agoreros del desastre” los llamó José López Portillo, en 1982. Hoy son “pasquín inmundo”, neoliberales, fifís,  conservadores y varias decenas de apelativos más.

Como antes, el asedio proviene del gobierno. El recuento de agravios es largo, pero también muy público. Resumen rápido y reciente: la utilización facciosa de la publicidad oficial, la diaria satanización de medios y periodistas críticos desde el púlpito presidencial, el uso de la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) de la SHCP para  congelar las cuentas bancarias de los presuntos líderes de los manifestantes contra la exportación de agua en Chihuahua, la utilización diferenciada de la fuerza policiaca contra manifestantes en la Ciudad de México, sin contar los asesinatos de periodistas.

Es tan obvio ese asedio que la firma de 650 ciudadanos y la publicación del  desplegado “En defensa de la libertad de expresión”, exigiendo el fin de la provocación y la polarización cada mañana desde el Palacio Nacional, ha generado mayor interés gubernamental y de sus apoyadores en redes sociales, que las ya casi 75 mil muertes oficiales por el coronavirus.

Imposible no estar de acuerdo con el documento de los 650.

Me temo que ese llamamiento no conseguirá sus objetivos, pero al menos es y será un testimonio. Tengo casi 50 años de ejercer el periodismo y a lo largo de ese tiempo no he creído en la lucha por la libertad de expresión con desplegados ni manifestaciones. Sé que escribirlo así es casi un pecado mortal, un suicidio profesional. Ni modo. Digo: la libertad de expresión se gana y se defiende ejerciéndola.

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